La obra de César Manrique en Timanfaya gira principalmente en torno a dos focos creativos.

Por un lado tenemos el acondicionamiento de La Ruta de Los Volcanes, que aunque inevitablemente de carácter intervencionista, lo cierto es que ha sido una actuación decisiva para que este paraje empezara a cobrar la importancia que merece. La ruta le ofrecía al turista la posibilidad de acceder a esta “terra incógnita” y propiciaba la investigación y estudio de este tesoro geológico de Lanzarote.  

De la otra parte, con la creación del restaurante El Diablo (1970), el artista creó un recinto digno y acorde a un espacio tan sensible y esencial en la historia de Lanzarote Esta zona siempre fue transitada por viajeros independientes que la visitaban y se servían  del calor de Timanfaya. La creciente afluencia de público hizo indispensable la adecuación de las rudimentarias instalaciones que, más tarde, con la declaración de Parque Nacional, quedarían lejos de toda intervención.

César Manrique siempre destacó por su afán protector a la naturaleza, se consideraba un ciudadano del mundo en sintonía con el medio pero especialmente ligado a su tierra natal. Es por eso que luchó tanto por exaltar la belleza natural de su isla. Él, que había viajado por varias ciudades dominadas por un turismo masificado, y conocía la evolución de otras islas más adelantadas, temía que nuestras costas y paisajes sufrirían la misma suerte.

Una de sus primeras acciones en la isla fue la ardua labor de clasificar y enumerar cada vivienda, vestigio o signo de identidad que encontraba a su paso. Labor que recogió en su libro “Lanzarote, arquitectura inédita”. Este trabajo, que refleja su profundo respeto por la tradición y cultura lanzaroteña, tenía a bien otra finalidad. Se trataba de concienciar a la población de que la belleza está en la diferencia y no en seguir la trayectoria de otros lugares.

En sus manos este mensaje no puede ser transmitido de otra forma que no sea a través del arte, podríamos decir que la obra del artista es una obra didáctica, nos “educó a través del arte”.

En 1969, después del inicio de las obras del restaurante, el artista es nombrado delegado insular de Bellas Artes en Lanzarote.  Con su constante intención de mantener a la isla a salvo de la especulación, contribuyó enormemente  a que Timanfaya fuera incluido entre los Parques Nacionales e incluso a la posterior declaración de Reserva de la Biosfera.