Según nos explica Lázaro Santana en su libro Timanfaya, a pesar de que en gran parte de la obra de César Manrique se representan formas semicirculares que representan los “goros” o “socos” locales que predominan en el paisaje de La Geria, lo cierto es que el artista era fiel a un principio de pensamiento filosófico mucho más profundo.

“…tiende, acaso de manera inconsciente, a visualizar un tipo de pensamiento de filosofía esotérica que alude a la unidad interna de la materia y de la armonía universal… íntima conexión que existe entre el hombre y la naturaleza…donde el fin de una cosa era  (es) el principio de otra…energía de la que se nutre el propio movimiento de la vida; algo que se resume simplemente diciendo que la muerte es el origen de la vida”

Reflejo de este pensamiento podría ser el predominio de circunferencias en la totalidad de obras como las del Mirador del Río, o restaurante el Diablo, donde el fin de una estancia circular engloba o colinda con otras, como las formas de la barra, baños, hornos etc. Mientras que en otros centros donde el medio no lo permitieron, como en Jameos del Agua, predominan las formas circulares de otros elementos como en las farolas, escaleras, piscina, paredes y ventanas.