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Yaiza, el sur de los mil colores
El romper de las olas azules en los negro Hervideros, las paradisíacas calas doradas de Papagayo, el verde del Charco de Los Clicos, las tonalidades pastel de Salinas de Janubio, el encanto inmaculado de pueblos como El Golfo, Uga, Femés… ¿Con qué color nos quedamos del sur de la isla?
Sur… Tres letras. Un monosílabo. Un punto cardinal. Tan evocador… El sur se siente cálido como el Sol. Trae recuerdos a vacaciones. Huele a océano, a pescado frito. Suena a olas chocando contra las rocas, a risas en una terraza. Todo eso, y mucho más, nos ofrece Yaiza, un municipio que nos regala tantos planes, descubrimientos y sensaciones diferentes, que la cabeza nos explota de ilusión.
Vamos a calmarnos y a tomarnos un café mientras revisamos el mapa para elegir un destino. Nuestro índice nos lleva al azar hasta los Hervideros, una sucesión de cavidades volcánicas erosionadas por la fuerza del océano. Nos ponemos nuestra cámara de fotos al cuello y nos vamos hacia allá. El día nos acompaña. El agua está revuelta y choca con bravura contra las rocas. La espuma salta por los aires. El océano hierve. El azul pelea contra el negro y nuestro objetivo acierta siempre que dispara, captando imágenes increíbles.
Seguimos hasta El Golfo para completar nuestra paleta de colores con el verde del Charco de Los Clicos. Es un alga marina la que da a esta laguna una tonalidad casi radiactiva, que contrasta con el negro de la arena, con los ocres y rojizos de las estructuras rocosas que la abrigan y que forman parte del Parque Natural de Los Volcanes.
Fue una pareja entrelazada que observaba este hermoso cuadro la que inspiró a Pedro Almodóvar para rodar en Lanzarote“Los abrazos rotos”. Un espacio que décadas antes, en 1966, ya había fascinado a Raquel Welch, protagonista del filme “Hace un millón de años”.
Tras enamorarnos de este cinematográfico lugar, nos dirigimos caminando a El Golfo, en una de cuyas terrazas comemos una vieja a la espalda, arroz con carabineros y un dulce bienmesabe de postre, todo con vistas al mar. Tras semejante festín, seguimos nuestro recorrido por Uga y Femés, hermosos pueblos de pequeñas, tradicionales e inmaculadas casas blancas donde resulta imposible no acordarnos de Mararía, ese personaje femenino de gran belleza, libertad incomprendida e injusto desenlace que da nombre a la novela del canario Rafael Arozarena.
Transcurrimos por la carretera vieja rumbo a Playa Blanca, sobrecogidos por el paisaje volcánico de las Montañas del Fuego, fascinados por la sensación de sentirnos en otro planeta, ojipláticos con el nuevo contraste entre el rojo y el negro de los volcanes, con el azul y blanco del cielo. No hay espacio que deje el alma tan encogida como éste.
Bajamos al sur para pasear entre una planta hotelera de lujo, caminar por la concurrida avenida marítima y terminar en el Castillo de Las Coloradas, fortificación circular que protegió a Lanzarote de los ataques de piratas a mediados del siglo XVIII.
Cual grumetes emocionados, ponemos rumbo a la conquista de otro paraíso más íntimo y de gran valor: las playas de Papagayo. Se encuentran inmersas en el Monumento Natural de Los Ajaches, la formación volcánica más antigua de la isla, con unos 15 millones de años de existencia.
Una zona que cuenta con un importante patrimonio arqueológico, en la que encontramos cuevas, grabados y huellas de antiguo pastoreo y que podemos recorrer gracias a varios senderos, algunos de ellos de notable dificultad por su desnivel.
Sin viento, con arenas doradas y el agua turquesa en calma, nos encontramos con casi dos kilómetros salpicados por apetecibles calas, entre las que se encuentran Playa Mujeres, El Pozo, Caleta del Congrio o Puerto Muelas, donde es imposible resistirse a un buen baño. La tranquilidad del océano nos permite conquistar todos estos miniparaísos en kayak, disfrutar con nuestro tubo bien puesto, haciendo snorkel o llegar a ellos en embarcaciones de recreo.
Precisamente, dos de los mejores muelles deportivos de la Isla, se encuentran en este municipio. Desde Puerto Calero y Marina Rubicón podremos sentirnos auténticos lobos de mar, gracias a las excursiones en catamarán, que nos permitirán disfrutar de los mejores atardeceres y estupendos baños en alta mar, así como sentirnos el capitán Nemo de Julio Verne y descubrir desde un submarino los secretos que esconden los ricos fondos del Atlántico.
De nuevo, los colores vuelven a arrebatar todo el protagonismo con las Salinas de Janubio, las más extensas de toda Canarias y que todavía siguen en activo. Para definir su belleza, quién mejor que un artista amante de la tierra como César Manrique: “Siempre me ha impresionado la visión de una salina. Las de Lanzarote me han llamado la atención por su lineal belleza y por su cegador colorido… Toda la planta se enmarca en las coordenadas compositivas de Mondrian”.
Con la mente aún en Yaiza, cruzamos La Geria, bordeando las parras escondidas en oscuros hoyos volcánicos. Nos adentramos en sus bodegas para probar ese vino malvasía del que tanto nos han hablado y para degustar sus quesos de cabra y oveja. El sur nos atrapa y nos cuesta alejarnos de él.
¿Quién osaría abandonar a la ligera semejante explosión de colores, sabores y sensaciones?
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